martes, 20 de febrero de 2007

Días sin gloria

el llanero solitario está triste. Cinco horas delante del teclado y ni una sola idea que merezca la pena ser escrita. Esto pasa a menudo. Después de un gran parto no queda leche para amamantar a la criatura. El 15 de marzo el guión tiene que estar entregado. Cogeré mi rifle y saldré a buscar a ese puerco que escarba en mi huerta. El otro día lo vi. Tiene unos colmillos que le sobrepasan los orificios nasales, afilados como una navaja de Taramundi, prestos para abrir de abajo arriba a su presa, o sea, yo. Pero para eso tiene que cogerme antes. Me pondré detrás del nogal, el mentón sobre la horqueta que forma sus dos ramas principales, y cuando mi olor a garbanzo inunde su pituitaria, levantará el hocico, emitirá unos cortos berridos y girará todo su tronco guiado por el vaivén del aire. Será entonces cuando aproveche para meterle un plomo por debajo de su oreja. A partir de ahí se acabarán las oquedades de mi prado... Hasta que llegue otro y tenga que volver a empezar.

Vendrán días mejores que acallen este silencio...

domingo, 18 de febrero de 2007

Mi primer aullido


Toda resistencia tiene un final. Nunca pensé abrir uno de estos cuadernos, pero al final he claudicado. ¡Qué se le va a hacer! Nobody is perfect... y yo menos.

Si algún inconsciente se dedica a leer mis exabruptos que no me haga responsable de sus efectos secundarios. Trato de no practicar el insulto, pero a veces mi incontinencia verbal me puede. Cuando era adolescente, hace ya tanto tiempo, recorría los barrios de Madrid en busca de gresca. Me partieron alguna vez la cara, y yo no escatimé "herramientas" en la defensa. Una joya, vamos.

Ya me cansé. Este es un aullido de lobo cansado. Vendrán más. Como prueba es suficiente.
Por supuesto, quería que el gran Tony Soprano encabezara esta entrada. Cuidado con él, su mirada es turbia.